A estas alturas del invierno, o de lo que ha pretendido ser un invierno, ya sabemos que los meses que tenemos por delante van a ser complicados. Acumulamos años de observaciones meteorológicas y cada vez tenemos mejores modelos climáticos con predicciones más precisas. Por eso sabemos no sólo este año no tiene precedentes en cuando a falta de precipitaciones, sino que en base a los modelos del ECMWF (Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Medio Plazo) tendremos una situación similar al menos hasta el principio de la primavera, lo que de facto significa que en España vamos a batir de nuevo otro triste récord. Algo que ya es poco discutible y que ni la primavera más lluviosa parece que podrá contrarrestar del todo. Y no somos los únicos, un reciente estudio también confirma que lo ocurrido estos últimos años en California han sido los 22 años más secos en los últimos 1.200 años, y para alejar cualquier atisbo de duda sobre el origen de esta anomalía, los autores incluso cuantifican el grado de responsabilidad del factor humano en todo este problema. Este año ha tocado sequía, pero no sabemos que puede ser lo siguiente. Las anomalías climáticas, es decir las desviaciones de una variable climática respecto a su comportamiento normal, son cada vez más frecuentes. En resumen, nuestro clima está cambiando y sí, no es descabellado decir que lo que notamos día a día desde el punto de vista meteorológico, es parte de ese cambio. Así que vaya haciéndose a la idea. O quizás, acostumbrarse a estos cambios no sea la reacción más adecuada. Cualquier negocio, el suyo también, depende de las consecuencias del cambio climático. No sólo la agricultura o el sector forestal, los más expuestos a las condiciones del medio. El clima lo determina casi todo y unos leves ajustes por aquí y por allá mueven todas las piezas del tablero. Unas simples variaciones pueden desencadenar restricciones de agua, contaminación atmosférica, desastres naturales, mayores necesidades energéticas, falta de suministro de ciertas materias primas, tensiones socioeconómicas… Poco importa a lo que se dedique su empresa, los efectos serán negativos. Algo que por cierto también predicen los estudios. ¿Se acuerdan de ese mantra de que el cambio climático vendrá bien en algunas latitudes? Pues parece que ni por esas. La lucha contra el cambio climático es una inversión necesaria para cualquier empresa. Es una cuestión ética, en primer lugar, porque recordemos que la magnitud de estos impactos depende de qué hagamos como sociedad para mitigar las emisiones. Técnicamente se conoce como escenarios de emisiones o RCP (del inglés, Trayectorias de Concentración Representativas), y créame, para nada es lo mismo estar en un escenario u otro. Pero más allá de la moral es una cuestión puramente pragmática. La BBC ha publicado recientemente un informe en el que analiza el compromiso climático de las 25 multinacionales más importantes. La conclusión principal es que este tipo de compañías están sometidas a una enorme presión social, algo que combinado con la prisa por mostrar resultados y unas estrategias de lucha contra el cambio climático aún incipientes, dibujan un panorama poco esperanzador. Seamos grandes o pequeños, debemos entender que la solución es compartida y global, y pasa, sin duda, porque el cambio climático se integre en las estrategias empresariales, ligado directamente a sus balances anuales de ganancias y pérdidas. Mientras nos decidimos a creer en lo inevitable, otros ya están pagando un precio muy alto. La prestigiosa agencia de comunicación Futerra hace años advirtió que el cambio climático había dejado de ser un problema científico para pasar a ser un reto en materia de sensibilización. El negacionismo hace agua por todas partes y apenas se mantiene a flote ante el mayor esfuerzo científico que probablemente jamás se haya hecho. Pero hemos sido muy malos trasmitiendo la urgencia del problema, las oportunidades e incluso eligiendo al público objetivo. Nuestros hijos e hijas saben más de cambio climático que nosotros mismos, y obviamente les preocupa más. Quizás era más fácil que convencer a los que realmente estamos ocupados en cosas, ya saben, cosas serias, a los que llevamos el peso de la responsabilidad en nuestras espaldas. Pero el reto está en sensibilizar a quien pueda actuar. Y no es nada fácil. Es muy tentador hablar de la fatalidad, porque es una realidad y quizás atrae la atención de la audiencia (como por cierto hemos hecho en este artículo), pero lo cierto es que el miedo no vende, nos paraliza. O como mucho activa nuevos mecanismos que tampoco nos llevan a ningún lado. El “tecno-optimismo”, por ejemplo, es un valor al alza entre los escépticos y una huida ante el fatalismo: el clima puede estar cambiando, pero ¿ya inventaremos algo, no? Mientras unos esperan, otros lo niegan, vayamos haciendo algo. Es arriesgado decirlo, pero hay pocas medidas de lucha contra el cambio climático que no tengan sentido. Pueden ser costosas, incómodas por los cambios que suponen, poco conocidas… pero reducir nuestra huella climática y adaptarse a lo inevitable rara vez puede ir en contra de nuestros intereses empresariales. Quieres saber un poco más sobre cómo nos afectará el cambio climático? Vísita AWA, nuestro web tool en materia de adaptación al cambio climático https://awa.agriadapt.eu/es/Artículo de Opinión: Fundación Global Nature.
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