Ya han pasado 25 años de la firma del Protocolo de Kioto, un acuerdo que recoge objetivos para controlar y evitar que la actividad humana acelere el cambio climático.
En 1997, con el auspicio de Naciones Unidas, los países más industrializados, y también los más contaminantes, suscribieron el convenio para bajar sus emisiones.
El compromiso lo asumieron 84 y 46 lo ratificaron. De los grandes emisores solo se adhirieron la Unión Europea y Japón, mientras que China, Australia y Estados Unidos decidieron quedar fuera.
Pero, de qué se trata el Protocolo de Kioto, cuáles son las consecuencias de su incumplimiento y qué influencia tiene en la industria, son algunos de los aspectos que vamos a desarrollar en el artículo. Sigue leyendo y conoce los detalles.
Es un tratado internacional que busca reducir las emisiones de los 6 principales gases de efecto invernadero.
Tales como el CO₂, (Dióxido de carbono), CH4 (Metano), N2O (Óxido nitroso), HFC (Hidrofluorocarbonos), PFC (Perfluorocarbonos) y SF6 (Hexafluoruro de azufre).
Fue firmado el 11 de diciembre de 1997 en la Tercera Conferencia Anual sobre el Cambio Climático (COP 3) celebrada en Kioto (Japón), pero fue hasta el 16 de febrero de 2005 que entró en vigor, después de un extenso proceso de ratificación.
Su primer periodo va de 2008 al 2012, con el compromiso de los países de reducir al menos un 5 % las emisiones de gases con respecto a 1990.
La segunda era empezó en 2013, con la Enmienda de Doha como extensión al Protocolo de Kioto hasta el 31 de diciembre de 2020. Los países se comprometieron a disminuir un 18 % de los gases de efecto invernadero, tomando como referencia el año 1990.
Para 2015 se llevó a cabo la Cumbre del Clima en París -Francia, donde se pactó el Acuerdo de París para sustituir al Protocolo de Kioto.
También se mantuvo la responsabilidad de bajar las emisiones de gases de efecto invernadero, calculando que para el 2050 se limiten a cero.
Los gobiernos que no cumplan con lo acordado en el Protocolo de Kioto no recibirán ningún tipo de sanciones económicas.
Pero, el acuerdo sí impone una multa que equivale al 30 % del exceso emitido, que se descontará de la cantidad asignada en el siguiente periodo de compromiso.
También suspende la opción de comprar derechos de emisión y obliga a ejecutar un plan de acción de cumplimiento.
En el caso de la Unión Europea, sí establece sanciones y obligaciones económicas de compra de derechos de emisión para aquellas empresas y países que emitan por encima de los compromisos obtenidos en el marco de la “burbuja europea”.
No todas las naciones firmantes tienen el mismo nivel de compromiso con el cumplimiento del Protocolo de Kioto.
Aunque todos ratifican su obligación de aminorar sus escalas de emisión conforme a la contaminación provocada en el pasado.
En primer lugar, se involucran donde corresponda y en la medida de lo posible en programas nacionales para optimizar la calidad de los factores de emisión.
El segundo punto explica que las naciones diseñarán, aplicarán, publicarán y actualizarán de forma constante los programas nacionales que contengan medidas para disminuir el cambio climático.
El tercer convenio establece que los países se responsabilizan en facilitar la promoción de recursos ecológicos en beneficio de aquellos en vías de desarrollo.
Asimismo, colaborar en investigaciones científicas y técnicas para formular archivos de datos con el objetivo de estudiar las consecuencias negativas del cambio climático tanto en el ámbito económico como social.
En el quinto apartado, está la responsabilidad de fomentar programas educativos para que la población tenga conocimientos sobre los temas ecológicos.
Después de 25 años del tratado de Kioto, en realidad hay poco que celebrar.
El pacto de los países firmantes era disminuir el total de sus emisiones de esos gases a un nivel inferior en no menos de 5 % entre 2008 y 2012.
De los países que asumieron este acuerdo, solo 8 (entre ellos España) incumplieron su compromiso, pero los demás redujeron las emisiones más de lo esperado.
En el grupo de las naciones firmantes no están EE. UU. ni Canadá, países que incrementaron la expulsión de gases de efecto invernadero.
Las informaciones correspondientes al lapso de la Enmienda de Doha (1990-2018) reflejan que las emisiones totales en 2018 fueron 25 % menores respecto a las de 1990, lo que superó la expectativa.
El descenso de las emisiones en varios países fue por la caída de la Unión Soviética. Lo que significó el debilitamiento de un sistema económico e industrial muy contaminante.
Mientras tanto, la esperanza está en el Acuerdo de París, que depende de las nuevas políticas, tecnologías y avances en materia de sostenibilidad, como parte de un proceso de aprendizaje de años anteriores y mayor interés sobre las consecuencias del cambio climático.
Los países industrializados que firmaron en 1997 el Protocolo de Kioto de 1997 acordaron la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El compromiso obligó a que durante el periodo 2008-2012, se limitará la emanación de seis gases (CO₂, CH4, N2O, PFCs, HFCs y SF6) respecto a las del año 1990, pero en proporciones diferentes según el país.
Un 8 % para el conjunto de la Unión Europea, un 7 % para EE. UU. y un 6 % para Japón. Mientras que Ucrania, la Federación Rusa y Nueva Zelanda se comprometieron a mantener sus emisiones de 1990. En conjunto, la reducción global era de 5,2 % para el grupo de países industrializados.
Un guiño del convenio a las empresas ubicadas en naciones industrializadas fue el hecho de vender y comprar derechos de emisión, tomando como referencia el año base 1990.
En este caso, Rusia y Ucrania podrían vender “derechos de emisión” a otros países industrializados que traspasaran los límites marcados por el Protocolo de Kioto, pero Estados Unidos no ratificó el acuerdo.
Bajo la lupa de las críticas, el Protocolo de Kioto sigue vivo y por supuesto que el cambio climático es un problema cada vez más grave. Países como España todavía están a tiempo de hacer sus deberes, reduciendo las emisiones.
Sigue ausente la educación y las medidas legislativas, manifestadas en los lapsos y cantidades definidas en 1997.
Una de las más marcadas es que a los países industrializados solo se les anima a financiar «proyectos limpios» en aquellos en desarrollo si no cumplen sus objetivos nacionales.
El cambio climático es el problema ambiental más importante del planeta. No existen dudas que la intervención humana es la responsable de la emisión de gases invernadero, aunque sí de sus consecuencias.
Todos hemos observado algunas de sus manifestaciones, tales como mayor intensidad de vientos y precipitaciones, frecuencia y duración de las olas de calor, fusión de los glaciares y cubiertas polares.
Al igual que otros inconvenientes ambientales, es relevante actuar con rapidez y decisión, lo que implica hacerlo personal y colectivamente.
Los primeros pasos legislativos ya se han dado, ahora como ciudadanos responsables toca actuar.
Este artículo se ha realizado en el marco de la Resolución de IVACE de concesión de una subvención al Consejo de Cámaras de la Comunitat Navarrana, para el fomento de la Sostenibilidad y Desarrollo Sostenible en el año 2023.
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