Sí, todos queremos un futuro verde y sostenible. A todos nos gustaría poder garantizar que en 100, 200 y 5.000 años, las montañas, las aves, los fondos marinos y las personas seguirán sobre la faz de la tierra. Y de hecho, ya sabemos mucho sobre lo que tenemos que hacer para que así sea. Nadie duda de los buenos propósitos ni del interés en llevar a cabo dichas acciones. Pero… ¿Por qué no estamos haciendo tanto como deberíamos?, ¿y qué o quién debe asumir toda esta responsabilidad?, ¿acaso es una moneda de doble cara?, ¿hay una parte negativa de llevar a cabo todas estas medidas? La pregunta es: ¿Es posible llevar a cabo todas estas medidas? Aunque de una forma idealista podríamos contestar que sí, cuando los objetivos, las medidas, las restricciones y las consecuencias aparecen sobre el campo de batalla todo cambia. Muchas de las medidas encaminadas hacia un futuro verde las conocemos: vehículos y transporte sin emisiones de carbono y energía renovable funcionando en el sector público y privado, en hogares y en automóviles. Estas son las dos principales medidas que ayudarían a parar la contaminación, a reducir la emisión de gases de efecto invernadero, y por tanto… a parar el calentamiento global. Si paramos el calentamiento global acabamos con el deshielo y la extinción masiva de especies que cambiarían por completo la vida en la Tierra, además de provocar nuestra propia extinción. ¿Y si sabemos todo esto, por qué no hacemos algo más? En la última cumbre de Glasgow, Escocia, todos estos planes sufrieron una gran falta de concreción. No parecía haber medidas claras ni realistas, sino vagos objetivos. La COP26 propuso que para 2030 las emisiones de carbono debían ser un 45% inferiores a las de 2010. También que para la misma fecha y con objeto de cumplir con los mandamientos de la agenda 2030 el calentamiento global no debería estar por encima de 1,5 grados de la fase preindustrial. Pero en esta sucesión y retahíla de objetivos, no se mencionaron las vías o caminos para lograrlos. Una clara consecuencia de la falta de pragmatismo e intención en la lucha contra el calentamiento global. Ante esta problemática hay dos opiniones enfrentadas. Una, exige una actuación rápida y se mantiene optimista. La otra es más pesimista y manifiesta que sin unos objetivos claros, no podemos empezar a remar. Por un lado están los expertos del Foro Futuro, quienes señalan que aunque actuar pronto supondría enormes costes, estos sin lugar a duda serían un gran beneficio a largo plazo que compensarían el desembolso inicial, sobradamente. O al menos, algunos como Diego Rodríguez, catedrático de Economía en la Complutense de Madrid e investigador de FEDEA. Pero no todos los expertos subrayan sus palabras. De hecho, el profesor de economía del IE Business School, Fernando Fernández, se muestra tajante. No duda en declarar que es imposible pagar los objetivos impuestos en la Agenda 2030. Sostiene que no sabe cómo ni quién pagará todos los costes asociados e inevitables. Finalmente añade que aunque ahora mismo la población parece mostrarse alegre de que se lleven a cabo esta serie de medidas, esto podría cambiar según a quién le toque pagarlos. Y es que, al fin y al cabo, la agenda 2030 podría tener una gran relación con la subida de impuestos para un futuro sostenible. Aunque las medidas no están claras ni tampoco quién debe hacerse cargo de la cuantía, lo que sí se sabe es, aproximadamente, cuánto podría costar poner en marcha los objetivos para un futuro verde. La cifra asciende a 350.000 millones de euros más que en la década anterior. O mejor dicho, de lo que hubieran supuesto en la década anterior. Es por esto que ni los gobiernos, ni las grandes empresas se atreven a comenzar a implantar ninguno de los modelos. La pregunta por tanto, sigue siendo, ¿quién o quiénes lo pagarán? Aunque probablemente sea una obra de trabajo conjunto entre grandes firmas y estados, nadie descarta a la población. ¿Cómo podría afectar esto en el día a día de los ciudadanos? Para empezar, a nadie le cabe duda de que algunos de los países quedarían completamente endeudados con diversas organizaciones y que para aliviarlo, estos países deberían aumentar sus impuestos a altos niveles y en poco tiempo. Pero incluso aquellos que no quedaran demasiado endeudados podrían hacerlo. Este artículo se ha realizado en el marco del Convenio de la Resolución del Consejo de Cámaras de comercio de la Comunidad Navarrana e IVACE, en favor de la difusión de la SOSTENIBILIDAD para el año 2021. Imágenes: Unsplash y FreepikObjetivos Agenda 2030: ¿idealización?
Dos opiniones enfrentadas sobre el futuro
¿Quién pagará los objetivos verdes?
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