Desde los orígenes de la humanidad la desigualdad ha estado presente en todas las sociedades, las más primitivas o las más desarrolladas se han diferenciado de tener diversidad en muchos aspectos.
La desigualdad es catalogada como el desequilibrio que existe entre dos o más personas y se presenta en múltiples formas, social, económica, religiosa, por raza y cultura.
Este flagelo tiene implicaciones muy negativas en la sociedad y aunque muchos organismos han hecho esfuerzos para disminuirlo, aún es evidente que existen marcadas diferencias en la población mundial.
Jean-Jacques Rousseau, pensador e investigador clásico quien se dedicó a estudiar la desigualdad, establecía dos tipos, la natural vinculada con las diferencias físicas y mentales de los individuos como el color, edad, inteligencia y pensamiento.
La segunda forma de desigualdad es la política, relacionada con los privilegios, riquezas, poder y estatus, identificada por desencadenar discriminación, conflictos sociales y bélicos.
Aunque las diferencias de clases sociales es lo que más ha marcado la desigualdad en el mundo, hay otros factores que han influido en su incremento, dos de ellos son la migración y la COVID-19.
Según datos aportados por la organización Amnistía Internacional, desde que inició la pandemia, el número de personas que viven en la pobreza sigue siendo 14 millones mayor que en 2019.
La carencia de los sistemas sanitarios en países vulnerables que atraviesan crisis humanitarias marcan más la brecha de desigualdad en materia de salud, sobre todo con las secuelas que el paso de la crisis sanitaria ha dejado.
Existen múltiples causas que conllevan a la desigualdad, la más significativa es la riqueza, según el Comité Internacional de Ayuda Contra el Hambre, las 85 personas más ricas del mundo acumulan una fortuna equivalente a la de los 3500 millones más pobres.
El poder político que ostentan los más ricos para beneficio individual, acentúa más la desigualdad en los países, hay muchas experiencias de gobiernos que ejecutan acciones solo para una élite, dejando a un lado a sectores sociales que viven en extrema pobreza.
La corrupción, el manejo ilícito de capitales, el sistema tributario injusto, distribuciones injustas de la tierra, de la inversión, del gasto público, la privatización, el acceso desigual a la educación, al conocimiento y a la tecnología, también son causas de la desigualdad en el mundo.
Se unen a esta lista la impunidad en el sistema judicial, la discriminación en las ofertas laborales y las diferencias en individuos por su posición económica, raza, religión, sexo, entre otros.
Las desigualdades están presentes en distintos sectores y territorios mundiales, benefician a unos y desmejoran a otros, es una constante que a diario vemos en las siguientes áreas:
La brecha abismal que existe en la percepción de ingresos entre las personas ricas y los pobres, marca una gran diferencia en el disfrute de bienes y servicios.
Esto hace que todas las personas en el mundo no tengan las mismas oportunidades para disfrutar de placeres, comodidad y una vida ostentosa y el peor escenario es que muchos no tienen acceso ni siquiera a los servicios y necesidades básicas como alimentación, salud y educación.
Es la más frecuente y se evidencia en todas las naciones en las que existen, para las personas de clase social baja, limitaciones a la hora de acceder a más oportunidades de vida que promuevan el bienestar.
Aunque muchas organizaciones internacionales han emprendido campañas para minimizar la desigualdad ha sido imposible, mientras no se reduzca la brecha entre ricos y personas de muy bajos recursos, la pobreza extrema continuará.
Se estima que más de 262 millones de niños y niñas en el mundo no están escolarizados, son diversos los grupos vulnerables y uno de ellos es el de refugiados.
Según la Agencia de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) más de 3,5 millones de niños refugiados no van al colegio, a esto le sumamos los que viven en pobreza extrema y no cuentan recursos para pagar su educación.
Los grupos rurales con un nivel de vida precario, así como los jóvenes que solo pueden estudiar hasta bachillerato porque el acceso a la educación superior es costoso, también son víctimas de la desigualdad educativa.
Cuando no hay acceso a la educación, las oportunidades laborales de alto nivel se reducen y por ende la posibilidad de generar mejores recursos económicos a través de las actividades laborales.
Este tipo de desigualdad también se materializa cuando una persona no tiene las mismas oportunidades que otra de su sexo opuesto o hay un reparto de tareas y empleos injustos, marcados por el género.
Combatir la desigualdad universal parece tarea imposible, sin embargo, desde cada sector se pueden emprender acciones que permitan disminuir las injusticias y las acciones desequilibradas que benefician solo a grupos élites.
La cooperación internacional en un mediano y largo plazo con la creación de políticas que propicien que las personas privilegiadas ayuden a los que están del lado menos favorecido es una buena estrategia.
Esto puede lograrse a través de empleos dignos y bien remunerados, en donde las poblaciones de bajos recursos tengan acceso a la formación y capacitación.
Corresponde a las empresas implementar dentro de sus políticas laborales entornos llenos de igualdad en donde ofrezcan oportunidades de trabajo para todos por igual, cuando cumplan con el perfil requerido.
Debe existir sueldos dignos y proporcionales a las funciones que se desempeñen, reduciendo las brechas laborares establecidas por discriminación o desigualdades sociales.
Son muchas las organizaciones internacionales que, con el apoyo de sectores favorecidos, no descansan en su afán por erradicar la pobreza y consolidar la prosperidad colectiva a través del trabajo social.
La meta es lograr que los desfavorecidos tengan más oportunidades que garanticen su bienestar y el acceso a servicios integrales que le permitan incrementar su calidad de vida.
El trabajo social no solo apuesta por mitigar las desigualdades vinculadas con el poder adquisitivo, también los organismos que se dedican a este tipo de labor buscan lograr que los grupos vulnerables tengan mayor esperanza de vida.
Es por ello que desarrollan políticas para garantizar el acceso a servicios básicos como atención sanitaria, educación, saneamiento, agua y el respeto por los derechos humanos de los más pobres.
Con un trabajo de alianza, cooperación internacional y nacional, es posible luchar para disminuir el impacto negativo de la desigualdad y esto implica incrementar los ingresos económicos de las clases bajas.
Propiciar entornos económicos y sociales que ofrezcan oportunidades en igualdad de condiciones para todos, sin importar su procedencia, credo, religión o raza.
Si el mundo unido logra reducir la brecha de la desigualdad, existirán naciones más prósperas en donde todos puedan crecer desde lo personal y profesional, disminuyendo la situación de pobreza y estancamiento.
Articulo realizado en el marco del proyecto: Socializarse, financiado por la Secretaría Autonómica de Presidencia de la Generalitat Navarrana.
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