«Nuestro mundo se ha vuelto del revés.»

 

No es que esta frase sea mía, es que prácticamente es una realidad unánimemente aceptada. Empresas que buscan el máximo rendimiento al coste que sea, con los daños que ello conlleva, personas que quieren que el producto que compran sea cada vez más barato, al coste que sea, y es que el coste que sea, es un coste inasumible ya para la sociedad.

Uno de los mayores errores en los que se cae a la hora de abordar los problemas sociales es el reduccionismo. El desempleo, la pobreza, la desigualdad o las cuestiones medioambientales, por citar algunos, son fenómenos poliédricos, redes tensionadas, donde si uno cae, cae el de al lado. Como decía antes, ese es el coste oculto -muchas veces no tan oculto- que pagamos como sociedad por estar inmersos en un consumismo desatado e irracional, “al coste que sea”.

Queda ya desfasada la concepción de la empresa como organización cuya única función es la de maximizar el rendimiento del capital de sus accionistas o inversores. Hemos visto que esta afirmación que ha actuado como un verdadero “mantra” en los últimos decenios, ha abocado a la humanidad al borde de la catástrofe y que consecuentemente una catástrofe medioambiental o social, solo puede generar una catástrofe económica. Es absurdo querer pensar que existen empresas modelo en sociedades fallidas social y medioambientalmente. Por el contrario, predomina de un tiempo aquí el pensamiento que aboca en la creencia de que una empresa, además de ser rentable económicamente (no hay que eludir ni ocultar la rentabilidad económica) es rentable también socialmente ( es responsable en su actuar en la sociedad donde se desenvuelve) y rentable medioambientalmente ( es respetuosa con el medioambiente, generando actividad económica sin menoscabar el medioambiente). A este modelo de entender la actividad económica se le viene denominado economía de impacto o economía triple cero acogiéndose a la nomenclatura que el premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, hace de esta forma de entender la economía. (Triple cero de, cero pérdidas económicas, cero daño social, cero daño medioambiental)

Nos encontramos con este cambio sustancial en la forma de entender la economía, dentro del primer mundo o dentro de los sistemas de producción, cuando irrumpe cada vez con mayor fuerza lo que ha venido a denominarse el Tercer Sector. Recordemos que el primer sector o sector primario agrupa todas aquellas actividades económicas que suponen una extracción directa de la naturaleza y que obtienen bienes que son empleados como materias primas por otras industrias o que el segundo sector también se le conoce como sector industrial y es la parte de la economía que manufactura y produce bienes para la venta y el consumo.

Así pues, el Tercer Sector es aquella sección de la economía formada por organizaciones sin ánimo de lucro y entidades no gubernamentales, (ONGs) cuyos beneficios se reinvierten en la propia actividad. Las fundaciones, asociaciones, cooperativas, entidades religiosas o empresas de inserción forman parte del Tercer Sector: son entidades orientadas a la inclusión social de los colectivos vulnerables. También conocido como “economía social” o “economía social y solidaria”, las entidades del Tercer Sector surgen en su mayoría por iniciativas de la ciudadanía.

Y es que el tercer sector no se presenta como contraposición del primero o segundo, no, sino que se presenta como un complemento, como una canalización de iniciativas ciudadanas e incluso -también porque no decirlo- iniciativas empresariales (véase el papel tan importante que están jugando los patrocinios deportivos o sociales de grandes fundaciones empresariales) con un fuerte ánimo de apoyo e incluso de transformación de la sociedad.

En las dos últimas décadas, el Tercer Sector en España ha experimentado un considerable avance, gracias a la democratización, a la revitalización de la sociedad civil y a la evolución del Estado de Bienestar. Existen aproximadamente más de 30.000 organizaciones activas que se dedican principalmente a los campos de la acción social, integración y atención socio-sanitaria. El tercer sector supone aproximadamente el 1´69% del PIB nacional trabajando de modo remunerado unas 530.000 personas, lo que representa el 2,7% del mercado laboral.

Y es ahora cuando desde una perspectiva global o ¿porque no decirlo?, desde una perspectiva del ODS 17 (Alianzas para conseguir los Objetivos) es donde se deben impulsar las alianzas transformadoras, aquellas que cambian la vida de las personas donde realmente está la oportunidad para generar un impacto transformador. Estas colaboraciones se generan cuando se pone en marcha un proyecto compartido en el que ambas partes ponen su conocimiento, y activos intangibles al servicio del mismo fin. En este caso, estamos superando el intercambio de valor, para pasar a la creación conjunta de valor. Estamos hablando de que las empresas y las ONGs se convierten en socios, y se ponen a trabajar de manera conjunta en un proyecto, incluso creándose estructuras conjuntas.

Y ¿cómo se pueden relacionar las empresas con el tercer sector y viceversa?

Existen diferentes vías por las que las empresas pueden vincularse con el tercer sector. Por ejemplo la más básica y “mundana” pero no por ello desdeñable, es a través de la donación dineraria o en especie o servicios, con los consiguientes beneficios fiscales que tendrá dicha donación en la empresa; o en los diversos programas de voluntariado corporativo que puedan surgir, no olvidemos que en España hay más de 2.000.000 de personas voluntarias, perteneciendo muchas de ellas al voluntariado corporativo de sus empresas, ya que el voluntariado corporativo permite que los empleados se sientan parte de la RSE de la compañía, lo que incrementa su orgullo de pertenencia por trabajar en una organización comprometida con las necesidades del entorno; más formas de relacionarse puede ser  actuar de canalizadora en la captación de fondos con clientes o  generando alianzas con entidades del tercer sector, incluso para beneficiarse de su ámbito de actuación, por que no.

Las alianzas entre empresas y organizaciones del Tercer Sector son importantes porque tienen un impacto positivo en la sociedad, ya que aglutina entidades que no persiguen ningún lucro, con entidades mercantiles que si lo persiguen. Estas sinergias permiten el acceso a conocimientos nuevos, el aprovechamiento de los recursos mutuos y la generación de innovación a través de la colaboración.

Las alianzas entre empresas y Tercer Sector, nos ayudan a cumplir con la estrategia de RSE a las empresas y aportan estabilidad a las ONG y demás integrantes del tercer sector. Son relaciones basadas en la confianza y la transparencia que facilitan la implicación de los empleados en las distintas campañas y nos permiten aprovechar la experiencia y profesionalidad de estas entidades para abordar proyectos.

En definitiva, estas alianzas que suponen una mayor relación entre tercer sector y la empresa permite actuar de forma global ante las necesidades de una sociedad cada vez más plural, más diversa y que exige cada vez con más fuerza, que todas las piezas del puzle encajen a la perfección. Señal de que iremos por el buen camino.

Este artículo se ha elaborado en el marco del proyecto de EEN-SEIMED financiado por la Red Enterprise Europe Network, de la Unión Europea.